“El rock ha muerto... con suerte es un cadáver exquisito que huele bien”.
Recuerdos: El rock garage apareció, hace unos años, como novedad dentro de un género ya considerado de culto. ¿Cuántas formaciones desde The Who o The Kink en adelante podemos definir bajo ese emblema? Punk, grunge, psicodelia, heavy, funk, gótico, progresivo, y varios etc, parecen estados de ánimo, búsquedas de identidad o hasta estadíos de noches agitadas. Cuesta distinguir dónde está el rock de pura sepa ¿Existe eso acaso? En algunos casos, el rock forma ligamentos tan fuertes con otros géneros que no sabemos definirlo. Periodistas, colaboradores, escuchas y hasta los propios músicos crean nuevos nombres para rumear por cuarta vez algunas melodías con nombres originales.
Según parece -entonces- que al muerto lo vinieron a salvar otros géneros. Algunos otros cadáveres, ciertos espasmos vivientes, o ritmos llenos de vitalidad, aparecen para darle nuevos movimientos de baile. La mixtura obligada que experimentan los diferentes géneros por la puesta en escena sobre otros continentes, y los festivales que ‘ofrecen’ sus escenarios a grupos que a la simple escucha poco tienen de relación.
Desde los Beatles, pasando por Zeppelin y llegando a Mars Volta (bandas que nadie discute su género Rock) hacen, desde su presente o sus discos, escuela en la mixtura. En la música de Elvis ya no hay puristas... y tal vez nunca los hubo. El mismo Rey dijo: “No olvidemos que el Rock es gospel and rithman blues”.
Pero tal vez, con un pie menos firme en el rock, ciertas bandas conmueven desde la esencia y la vivencia: desde su manera de pararse en el escenario, hasta sus gestos de pequeña cofradía. Alguien ve a una banda de rock pero está escuchando un himno balcánico. ¿Qué sucede en ese momento entonces?
Bienvenidos a Hermano Perro.
“Tenemos un pie en el rock... la música de afuera que nos gusta es el folclore del lugar: nos gusta la música francesa pero no nos gustan, por ejemplo, sus bandas de hip-hop. Nos gusta la música clásica, la música balcánica. Hermano Perro es un folclore mundial. Hay ritmos que hemos incorporado, varias influencias de la música popular, pero todos tenemos un espíritu de rock: a todos nos gusta Sonic Youth y Nirvana”. Esa parece ser parte de la respuesta. El que habla, los que hablan, son Matías Levy (voz, guitarra, charango, percusión y kazoo) y Miguel Khoury (violoncello y guitarra) de los fieles sanguíneos. En el resto de la nota complementarán frases, uno dará el pie y el otro otorgará el remate. Complementos. Pero esta es parte de la resolución de otra pregunta.
“Lo pensamos desde composiciones acústicas. Pocket orquesta surgió de los arreglos, de armar líneas de instrumentos que van juntas, que entran y salen. Pero me parece que hay una energía rock; aunque sea acústico nos plantamos, lo vivimos como un show de rock”.
En la génesis del asunto aparecen las vivencias no casuales de una formación que, de tan relajada y natural, hace quedar a trasmano las historias de burdel y las telenovelas de histeria de personalidades. En un mundo de egos y de fórmulas formidables para entramados sonoros, Hermano Perro justifica el nombre bajo los preceptos de fidelidad por un lado y cofradía grupal por otro. “Nosotros somos compañeros de la primaria, del secundario, tocamos siempre juntos. Nunca salimos a tocar en vivo. Sin tocar juntos, tocamos juntos desde siempre. Porque mientras uno tenía una banda nos juntábamos aparte, por amistad, a tocar, a escuchar música... de alguna manera la influencia es esa también. Ir construyendo con el tiempo hasta que el tiempo quiso que se formara Hermano Perro, pero la energía ya estaba, iba sola. Por eso también se fue dando todo rapidísimo, porque nos juntamos, fluyó, salió todo muy rápido”.
En un lenguaje universal, exento de mapas políticos, donde lo cultural no funciona como rechazo sino como una representación de inclusión, se acopla a la libertad territorial que da un instrumento. Al goce absoluto hacia la falta de fronteras y hasta de un lenguaje no verbal, sólo la música, la descripción de paisajes a través de melodías.
“Por ahí ni entendemos lo que dicen pero eso que nos llega, es eso que nos prestan, es lo mismo: nos llega el sentimiento que transmite la música más allá de lo que diga. En definitiva, sigue siendo lo mismo, estamos conectados desde algún lado a nivel sensorial, más allá de generar un homenaje a la música no podemos decir esto es 100%. Nosotros pedimos prestadas sensaciones, por ahí ese sentimiento que se genera en nosotros nos sirve para contar una historia más contemporánea, más privada. De alguna manera, funciona como una especie de metáfora sonora. El gran acierto es ser oyentes de música antes que músicos. Eso nos conecta con el público: somos todos oyentes y nos dejamos seducir por esa misma sensación de la música del mundo. Y se nota que en algún punto de sus cabezas descansa ese sentimiento. El folclore, pensándolo, es música que sale del corazón, sin mucha rosca, y sale... es verdadera. Lo que atrae de cuestiones musicales no muy complejas es que son verdaderas, lo que sentís se plasma en una canción. La composición es muchas veces inmediata, letra y música salen en una tarde: se trata de procesar lo menos posible la señal. Después están los detalles y los arreglos, pero el alma de la canción sale en media hora. Sale, es algo que no tenés que racionalizar... nos fluye, nos hace felices, nos reímos un montón, la pasamos bien y eso es impagable”.
Si bien el folclore nos da un sin fin de disparadores a grandes referentes, y podríamos hacer una lista de incontables personajes, personas, músicos y artistas, la prioridad no es la influencia extraña sobre un acorde, o un corte típico de cual o tal. Las figuritas difíciles, el disco perdido en el año cero, o aquellas rarezas que atesoran ciertas neuronas para marcar la altanería intelectual del que más conoce y más original se cree. Del gran collage que cualquier banda puede hacer de sí misma, Hermano Perro deja las cosas en claro.
“Siempre lo que está atrás es la canción, más allá de distintos formatos y de la música más extrañas, la influencia es la canción; es la búsqueda de intimidad en el sonido que te lleve a algo más privado e íntimo. Con el chico que nos está grabando tuvimos unas reuniones para ver y definir el sonido y para eso le tenemos que tocar sin un amplificador, porque el sonido que nosotros queremos es un sonido acústico total. Se corta la luz y todo Hermano Perro sigue sonando.”
Con respecto al futuro, ellos dicen: “Nuestras proyecciones son seguir tocando en vivo, que nos quieran. Seguir generando lo que está pasando con la gente... nos interesa poder quitar las mesas y las sillas porque nosotros terminamos exhaustos y queremos que a la gente le pase lo mismo. Poder generar descontrol. Estamos esperando que detone lo expectante... estamos en un proceso de acercar el fuego a la pólvora. Tenemos sólo 6 fechas y nos sorprendió la convocatoria, el respeto, la empatía con la gente. Es de las experiencias más psicodélicas que hemos tenido. Esto parece que no fuera onanista... hay una autosatisfacción pero también tiene que ver con el otro. Nos sentimos contenidos por la gente, antes estábamos como en una burbuja, muy en la nuestra, y ahora nos podemos abrir a la gente”.
Resulta entonces, que aquellos niños que jugaban a ser rockeros, celebres profetas endiosados entre distorsiones y eternos solos, paranoicos ególatras y anfetamínicos sobredosificados, prefirieron jugar al folclore mundial, a un huérfano de pos-guerra, a un gondolero de Venecia, a un albañil de Polonia.
Hermano Perro, la pocket orquesta, con la simpleza de sentimiento, la falta de egos, la sorpresa en lo natural y su esencia rockera, marca el ritmo y el camino.
El rock no murió. Sólo su ego parece ser la víctima fatal.
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